El primer rayo

Parte tres de “El Ocaso del Cacique”.
No te pierdas la segunda parte aquí:
Un silencio sepulcral invadió el recinto. Todos palidecieron aún más. El interpelado carraspeó
-Mmm… Si. Ya están esperando que les dé la orden pero… ¿Será esto necesario? Es que eso de tomar las instalaciones pues…
Parte tres de “El Ocaso del Cacique”.
No te pierdas la segunda parte aquí:
Un silencio sepulcral invadió el recinto. Todos palidecieron aún más. El interpelado carraspeó
-Mmm… Si. Ya están esperando que les dé la orden pero… ¿Será esto necesario? Es que eso de tomar las instalaciones pues…
Acostumbrado a llevar la batuta (o el cetro de mando) sin reserva alguna desde hacía dos años, El enfureció.
-¡No estás aquí para cuestionarme, sino para obedecer! ¡Vete y que empiece el relajo! Ya Jesús te dará los detalles. ¡Orale! ¡Muevete!
El sujeto se levantó trastabillando y salió de inmediato. Los demás se encogieron en sus asientos y guardaron silencio con la cabeza agachada.
Una vez que se cerró la puerta, El empezó a discursear en un tono que mezclaba animosidad con firmeza.
-La cosa está así. Tienen que alinearse todos para que en redes y en sus comunicados oficiales haya total uniformidad. No vamos a dejar que nuestros enemigos tomen esto como señal de ataque. ¡Hay que anticiparnos! ¡Jenaro!
El aludido se levantó como un rayo de su silla
-Si, Licenciado
-¿Dónde están mis medios?
-En la salita de siempre
-Okey, okey. ¿Quiénes vendrán a la mañanera? ¿Los de siempre o alguien más?
-Creo que sólo los de siempre
-¿Crees o sabes?
-Pues…
-¡Contesta, carajo!
-Dejeme confirmar…
Jenaro salió como bólido
-A ver tu y tú… Tomen nota
La siguiente media hora consistió en una secuencia de instrucciones para todos los presentes. Las adelitas eran las más esmeradas en atender al líder pidiéndole más datos a cada indicación que les hacía, pero cuidando de hacerlo en un tono comedido para evitar alguna nueva alteración o regaño.
Al cabo de esa media hora, El los despidió a todos. Jenaro lo esperaba en la puerta.
-¿Qué averiguaste?
-Están los de siempre, señor. No habrá colados
-Okey, okey
Ambos caminaron presurosos a la salita y Jenaro abrió la puerta. Los periodistas aliados habían formado un corrillo en el centro de la salita y voltearon. Varios de ellos se quitaron el cubrebocas con un rápido movimiento, descubriendo su rostro enrojecido por la vergüenza de haber sido sorprendidos portando el estigmatizado objeto.
-¡Señor Presidente!
-¡Hola a todos!
Se acercaron. Alzó el brazo para contenerlos. No era el momento para un besamanos
-Vienen momentos complicados. Los necesito bien alineados y que hagan las preguntas de siempre. Si a alguno de los otros (hizo un gesto de evidente repugnancia) se le ocurre preguntar de más, les encargo que me pidan la palabra en ese momento y desvíen la atención. La mañanera debe salir como siempre. ¿Entendieron?
El si fue unánime. Faltaban unos minutos para las 7. La penumbra que prevalecía hasta ese momento empezaba a ser disipada por los primeros rayos del sol
El escenario estaba listo. Pocos minutos después inició el evento.
Transcurrió conforme al guión. El abordó los temas que le interesaban y que previamente había seleccionado con su secretario. Hablar, diapositivas, un chiste, una discreta alocución, alguna pregunta tersa de sus periodistas, etc. El se sentía a gusto. El show saldría, otra vez, de maravilla.
Pero algo falló. Tal vez el cambio de su rutina en esa madrugada le afectó en su muy conocido y legendario olfato para ubicar el peligro o a los peligrosos. Traía aletargado el instinto de supervivencia. En la tercera y cuarta fila de sillas dos personajes poco usuales estaban sentados.
En el patio la luz natural empezaba a esparcirse.
Vino el momento de las preguntas abiertas. Uno de ellos pidió el micrófono. Un asistente se lo dio. En cuanto tomó el artefacto se levantó y se quitó la boina que traía, dejando al descubierto una blanca cabellera y se irguió. Los murmullos conmiserativos y cuchicheos de siempre se suspendieron.
-Buenos dias, señor presidente. Es un gusto estar con usted. Apenas pude llegar porque el vuelo venía retrasado. Quisiera preguntarle algo sobre otro tema
Jenaro y Jesús parecían velas gemelas en un candelabro. Blancos y rígidos
El estaba estupefacto. Tras un breve momento de silencio incómodo alcanzó a reponerse. Su cara reflejó otra vez el rictus. El dolor volvió.
-Hola, Jorge. ¡Qué gusto tenerte por acá de nuevo!
Mirada fulminante a sus asistentes, ya convertidos en piedra.
-Me hubieras avisado para darte una entrevista exclusiva, como te prometí.
-Gracias señor. De hecho desde mi anterior visita la he pedido insistentemente, pero parece que su agenda está muy llena. Por eso me presenté hoy. Quiero preguntarle sobre un asunto del que me enteré justo ayer y que es de suma importancia para el país… Y para su gobierno…
Jenaro se acercó rápidamente al sujeto. Jesús fue al centro de control… ¡Demasiado tarde! El personaje rápidamente inquirió:
-Tengo aquí copia de unas declaraciones que dos testigos protegidos hicieron ayer ante un Fiscal de Phoenix en relación con sus…
Tercera entrega de “El Ocaso del Cacique” por Sergio R. Chávez
¡No te detengas! continua a la cuarta parte: