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#EspeciesInteresantes

Aptenodytes forsteri, el pingüino emperador.

Una de las aves más increíbles.

El pingüino emperador (Aptenodytes forsteri) es el más grande de todos los pingüinos. Su esperanza de vida suele ser de unos 20 años en su hábitat natural, aunque hay datos que indican que algunos ejemplares pueden vivir hasta 50 años de edad. Sólo vive en la Antártida y forma colonias de miles de individuos.

El macho y la hembra son similares en plumaje y tamaño; pueden superar los 120 cm de altura y pesan entre 20 y 45 kg. La espalda, las alas y la cabeza son de color negro, la parte anterior es blanca desde las patas hasta el vientre, con el pecho de un tono amarillo pálido y dos auriculares a la altura de los oídos de un llamativo amarillo brillante. Como todos los pingüinos, no puede volar, pero tiene unas alas rígidas y planas, y un cuerpo hidrodinámico particularmente adaptado para un hábitat marino.

El peso varía según la temporada, porque tanto machos como hembras almacenan importantes reservas de grasa, especialmente antes del período de muda y del de ayuno, y pierden mucho peso mientras incuban los huevos y crían a sus polluelos.

Su dieta está compuesta principalmente de peces, pero también puede incluir crustáceos como el kril y cefalópodos como el calamar. Mientras caza puede permanecer sumergido hasta 20 minutos, buceando a una profundidad de más de 500 metros, más que ninguna otra ave.

Ha desarrollado diversas adaptaciones para facilitar esta tarea:
Cuando se sumerge, su consumo de oxígeno disminuye drásticamente, su ritmo cardíaco se reduce a tan solo quince o veinte latidos por minuto y dirige el flujo sanguíneo hacia los órganos vitales, lo que facilita inmersiones prolongadas. A diferencia de otras especies, que son incapaces de utilizar todo el oxígeno de sus pulmones debido a que su hemoglobina no puede unirse eficazmente al oxígeno y transportarlo en concentraciones bajas, la hemoglobina del emperador tiene una excepcional capacidad aglutinante y aprovecha todo el oxígeno contenido en sus sacos aéreos para transportarlo hasta los órganos vitales incluso cuando su concentración es muy débil, y así evitar dañar los tejidos, permitiéndole permanecer consciente con tasas muy bajas de oxígeno.

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Además, sus huesos son particularmente sólidos y no tienen aire en su interior, lo que limita los riesgos de traumatismo físico, durante sus inmersiones a gran profundidad, momento en el que experimentan presiones de hasta cuarenta veces la existente a nivel de superficie, lo que causaría un barotraumatismo a la mayoría de animales terrestres.

Los pingüinos han recurrido a técnicas de adaptación psicológica y a comportamientos colaborativos para poder enfrentarse a un entorno increíblemente hostil, donde la sensación térmica puede llegar a ser de hasta -60°C.

Para sobrevivir en este ambiente glacial ha experimentado diversas adaptaciones que le permiten contrarrestar la pérdida de calor. El plumaje proporciona el 80-90% de su aislamiento; sus plumas son rígidas y cortas, lanceoladas y se agrupan de forma densa en varias capas sobre toda la superficie de su piel. Con alrededor de quince plumas por centímetro cuadrado, el pingüino emperador tiene la mayor densidad de plumas de entre todas las aves. También cuentan con una capa adicional de aislamiento formada por varias capas de suaves filamentos entre las plumas y la piel. Los músculos mantienen las plumas erguidas en tierra, reduciendo la pérdida de calor al mantener una capa de aire sobre la piel. Por el contrario, el plumaje se aplana en el agua, impermeabilizando la piel y el suave plumón. Tiene además una capa de grasa hipodérmica que puede ser de hasta tres centímetros de grosor antes del período de cría.

pin02El pingüino emperador se reproduce en un ambiente más frío que el de cualquier otra ave; en época de cría recorren entre 50 y 120 km tierra adentro, un largo viaje que empieza en abril cuando la temperatura puede llegar a ser de 40˚C bajo cero. Buscan pareja realizando exhibiciones, levantando las alas e inclinándose. En mayo o junio la hembra pone 1 huevo que abandona enseguida para emprender una larga expedición de caza que se prolongará durante dos meses.

Mientras la hembra está ausente, los machos mantienen calientes los huevos recién puestos, pero no sentándose encima de ellos para protegerlos de los elementos, sino manteniéndolos en equilibrio sobre sus patas y cubriéndolos con su piel emplumada, hasta formar un marsupio. El huevo no puede tocar el suelo en ningún momento porque sería mortal para la cría.

Durante los dos meses que dura esta labor de canguro, los machos no comen nada y quedan a merced de los elementos antárticos. Los pingüinos se apiñan unos contra otros para cobijarse del viento y conservar el calor. Los individuos van turnándose para pasar al interior del grupo, donde se está relativamente más resguardado y caliente. Cuando un pingüino se ha calentado un poco, vuelve al perímetro del grupo para que otros puedan protegerse de las condiciones glaciales.

Por este modelo de incubación errante, los emperadores deben confiar únicamente en sus llamadas a dos voces, críticas a la hora del reconocimiento individual y localización entre padres, descendientes y compañeros, entre cientos o miles de individuos en la colonia, vocalizaciones que constituyen la variación más amplia en llamadas individuales de todos los pingüinos.

Cuando las hembras regresan, traen el estómago lleno de comida. Una vez que localizan a su pareja y polluelo, regurgitan para alimentar a los polluelos recién nacidos. En ese momento, los emperadores machos, una vez cumplida su tarea, emprenden viaje hacia el mar en busca de alimento.

Las madres cuidan de los polluelos y les dan cobijo con el calor de su propio marsupio. Fuera de este cálido capullo, un polluelo moriría en cuestión de minutos. Cuando el padre vuelva, los dos cuidarán del polluelo. Son especies monógamas y adquieren la madurez sexual a los 5 años.

En diciembre, verano antártico, la plataforma de hielo comienza a deshacerse y el mar abierto surge junto al lugar de cría, justo cuando el joven pingüino está ya listo para nadar y pescar por sí mismo.

Sus poblaciones han sido masacradas en el pasado por su grasa y su piel, aunque la actual inaccesibilidad a la región antártica ha contribuido a su preservación. Un estudio realizado recientemente ha descubierto colonias a 180 km de la costa, situadas sobre hielo marino formado alrededor de icebergs anclados en aguas poco profundas. Estas colonias constituyen un sorprendente hallazgo en el comportamiento de esta especie cada vez mejor conocida. Con este descubrimiento, el censo mundial asciende a 61 colonias en todo el continente, con una población total de algo más de medio millón de pingüinos.

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Fuentes: National Geographic, Noticias de Ciencia, L'Aquarium Barcelona, imágenes tomadas de internet


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