Un escritor excéntrico para unos, un visionario adelantado a su época para otros, Gene Roddenberry creó la serie televisiva que sembró las bases de la ciencia ficción en las pantallas. En una época en la que nadie apostaba por el género, con una televisora que no estaba dispuesta a gastar mucho dinero y con un elenco diverso, Star Trek parecía la fórmula perfecta para el fracaso.
Gene Roddenberry (mitte) bei der Einweihung des NASA-Shuttles Enterprise. (Source: NASA / Wiki Commons / Public Domain)
Estados Unidos, en la década de los sesenta, estaba habitado por una sociedad dividida por la guerra, el racismo, la liberación femenina y el florecimiento del arte pop; y a través de todos estos recovecos, la serie encontró un lugar en los hogares norteamericanos. No era una serie infantil, pero muchos niños se atrevieron a soñar, a explorar y a vislumbrar un mundo utópico. Tampoco era una serie dramática, pero logró abordar temas delicados dentro de un universo casi fantasioso. Tampoco fue una serie muy exitosa en su momento, pero hoy día tiene más spinoffs que rinden pleitesía a sus orígenes humildes.
Roddenberry tomó inspiración de novelas de ficción y hechos reales. La era de la exploración británica le sirvió como modelo para construir las relaciones entre el capitán y su tripulación, lo cual explica por qué el lenguaje entre ellos sigue siendo "antiguo" y jerárquico. También tomó elementos de los antiguos westerns para escribir escenas de acción y tramas de aventura. Sus ideas sobre exploración provenían de libros como Los viajes de Gulliver y series televisivas como Horatio Hornblower. Pero su mayor fuente de inspiración —la que sentaría el estilo y la línea interestelar característica de Star Trek— fue El planeta prohibido, una película de 1956 protagonizada por Leslie Nielsen, y que merece su propio artículo. Un filme obligado para cualquier fan de la ciencia ficción.
Star Trek cuenta las aventuras de la tripulación a bordo de la nave interestelar Enterprise. James T. Kirk, el gallardo capitán, junto a su primer oficial vulcano, el Sr. Spock, y su gran amigo, el Dr. McCoy, viven en cada episodio una nueva aventura. Ya sea dentro de la propia nave o en algún planeta inhóspito, los casi 400 tripulantes logran, en cada misión, salir victoriosos. Para ello, el Sr. Spock, mitad humano y mitad extraterrestre, representa la lógica fría frente a las emociones humanas. El Dr. McCoy, por el contrario, es todo corazón y pasión. Y en medio está el capitán Kirk, que debe tomar decisiones difíciles, equilibrando ambos mundos. Cada episodio lleva las inmortales palabras del capitán: llegar con osadía a donde ningún hombre ha llegado.
Tripulación de la Enterprise, con el capitán James T. Kirk y el Señor Spock a la cabeza- Foto: pressover.news
A pesar de los clichés, del vestuario y maquillaje baratos, de la utilería hecha al vapor o de algunas malas actuaciones, Star Trek logra dejar un mensaje en muchos de sus episodios: aborda los horrores de la guerra en capítulos como Balance of Terror, A Taste of Armageddon o A Private Little War. También supo rechazar el racismo al poner al Sr. Spock como objeto de ataques verbales por ser diferente en repetidas ocasiones (a veces de la misma boca del capitán), y expone los peligros de dejar todo el poder en manos de una sola persona u objeto inteligente. Todos ellos eran problemas y preocupaciones en esa época… y 50 años después, siguen siéndolo.
Star Trek nos permitió ver a un grupo diverso de personas a salvo del rechazo racista y xenófobo. La teniente Uhura, una mujer afroamericana con un minivestido rojo, es el ejemplo perfecto: la mezcla entre sensualidad y eficacia. Capaz de volar la Enterprise, establecer comunicaciones con otras naves, defenderse con armas y cantar con una melodiosa voz. Chekov, el tripulante ruso (en plena Guerra Fría), con su característica personalidad jocosa y juvenil, respaldaba a su equipo sin objeciones. Montgomery Scott, el simpático ingeniero en jefe de origen escocés, tomó el mando de su nave en repetidas ocasiones, luchó contra klingons y dioses griegos, y ocasionalmente disfrutaba de un buen trago. Y finalmente, Sulu, piloto y espadachín japonés que, con su inteligencia e instinto, logró ascender a capitán años después. En una época marcada por la discriminación, la serie supo evitar conflictos derivados de la raza o nacionalidad. Es por ello que el mundo de Star Trek es utópico: ya no hay guerras en nuestro planeta, y todos los esfuerzos mundiales se concentraron en mantener la paz y explorar el espacio exterior. Se creó una Federación de Planetas, y la misión de la Enterprise ahora era expandir sus horizontes.
Nichelle Nichols como Nyota Uhura en 'Star Trek'. Foto: Cinemanía
Pero cada misión conlleva sus riesgos: como toparse con una raza alienígena cuyo único propósito es la guerra, o con algún grupo de humanos mejorados comandados por Ricardo Montalbán. Podrían terminar en un planeta cuyos sueños y temores se materializan instantáneamente, o en otro gobernado por una inteligencia artificial que no permite la disidencia. Para cada problema, el capitán Kirk encontraba la solución, aunque en algunos casos, la solución nos dejaba con un amargo sabor al final, dejando en claro que ser líder podía ser más una carga que un privilegio. Cuidar y priorizar la vida de 400 tripulantes era un trabajo para espíritus fuertes, compasivos y creativos.
Roddenberry soñaba con un mundo unido, sin prejuicios ni discriminaciones, y transmitió su visión con nosotros, creando un mini-mundo dentro de la Enterprise. Un mundo que, desgraciadamente, no veremos hasta dentro de 250 años.
Spock / Capitan Kirk© IMAGO / Allstar