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Detrás de la exoneración de Cienfuegos.

El poder verdadero.

El titular de la FGR, Alejandro Gertz Manero, debería renunciar por decoro, pues su buen prestigio cayó por los suelos al verse completamente subordinado al jefe del Ejecutivo, cuyo deseo, seguramente por petición de parte, era dejar completamente libre de toda culpa al general
| Política
Cienfuegos

La exoneración del general Salvador Cienfuegos y la apertura de su expediente revelan quién es el que verdaderamente gobierna en México.  

Para infortunio de los mexicanos no es el poder civil, ni quien despacha en Palacio Nacional ni uno o los tres Poderes de la Unión, sino el poder militar, el cual debería estar supeditado al poder civil del Ejecutivo, que lo detenta desde 1946, en que concluyó el sexenio del último presidente militar en el país, el general Manuel Ávila Camacho. 

Sin embargo, la historia no hizo mella entre la clase civil gobernante, pues un pueblo que no aprende de ella está condenado a repetirla (parafraseando aquella cita: “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”, adjudicada por algunos al expresidente argentino Nicolás Avellaneda y otros, al filósofo estadounidense Jorge Agustín Nicolás Ruiz Santana y Borrás).  

Y es que el poder civil renunció a sus obligaciones constitucionales desde que su legitimidad ha emanado de procesos electorales cuestionados.  

Me refiero particularmente a los expresidentes Carlos Salinas de Gortari y a Felipe Calderón Hinojosa, quienes arribaron a la silla presidencial luego de unas cuestionadas elecciones.  

En mucha menor medida, pero sí marcado por una contienda electoral inequitativa, se sentó en la silla presidencial el expresidente Enrique Peña Nieto.  

No obstante, los cargados de alguna o mucha ilegitimidad o los llegados con mucha legitimidad, sean éstos de derecha o izquierda como Vicente Fox Quesada o Andrés Manuel López Obrador, han podido asumir el poder a plenitud, éste en los hechos les ha sido arrebatado por un verdadero poder: el de los jerarcas del color verde olivo.  

Ni siquiera Ernesto Zedillo, quien ganó con cierta amplitud a Cuauhtémoc Cárdenas, pudo doblegar a los mandamases del Ejército, ya que su debilidad devino de haber ganado en un proceso traumático, que costó la vida a su antecesor en la candidatura presidencial, Luis Donaldo Colosio Murrieta, en cuya muerte estuvo muy cuestionada precisamente la participación de un general del Ejército, Domiro García.  

Fue tal la debilidad con la que llegó el entonces presidente Ernesto Zedillo a la primera magistratura del país, que en por lo menos tres momentos de su sexenio se rumoró sobre la posibilidad de que hubiera un golpe de Estado.  

Un testigo de esos momentos y actual observador analítico de los hechos históricos, confío a este columnista que el último momento en que se habló en público de esa posibilidad fue en la última de las tres conferencias de prensa que dio el entonces presidente Zedillo, ésta durante una gira por las Barrancas del Cobre, en Chihuahua, donde el reportero de Ovaciones, David Romero Ceyde (qpd) planteó esa inquietud, misma que fue negada por el primer mandatario, pero que generó inconformidad y un cese laboral fulminante del periodista, debido a la intervención del equipo de prensa de la Presidencia.  

Una prueba de la debilidad o condicionamiento fáctico con el que han llegado todos los presidentes citados es que, invariablemente, su primera medida tomada como jefes del Ejecutivo es concederles amplios beneficios a las fuerzas armadas.  

Dado todo lo anterior, es extremadamente delicado y peligroso el momento que vivimos en el país, pues no basta ganar elecciones para detentar el poder, ya muchos hechos indican que es ejercido por el poder fáctico de los militares.  

Uno de ellos, anterior a la detención del general Salvador Cienfuegos, fue la controvertida misiva de éste al presidente Andrés López, la cual se leyó como una sublevación de cierto sector de los generales a su comandante supremo.  

Y luego vinieron la detención en Estados Unidos del general Cienfuegos por acusaciones de la DEA, la posterior liberación y su exoneración por parte de la Fiscalía General de la República, cuyo titular, Alejandro Gertz Manero, debería renunciar por decoro, pues su buen prestigio cayó por los suelos al verse completamente subordinado al jefe del Ejecutivo, cuyo deseo, seguramente por petición de parte, era dejar completamente libre de toda culpa al general.  

Y finalmente, la decisión del presidente López Obrador de transparentar (?) el expediente de la DEA, del general, lo cual no solo violenta acuerdos bilaterales, sino minará la confianza del nuevo mandatario de Estados Unidos, Joe Biden, sobre su homólogo mexicano, y lo único que permitirá esa supuesta transparencia es dar elementos a quienes son ahí señalados para preparar una buena defensa, de ser el caso, o bien tomar previsiones.  

Por lo mientras un hecho es claro: no veremos por tierras estadounidenses ni al general Cienfuegos, con toda y su exoneración en México, ni al resto de mencionados en ese expediente. 

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Raúl García Araujo

Colaboro con @rivapa / Lee mi columna En Corto los miércoles en @EjeCentral / Lo escrito aquí es a título personal

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