AMLO batea a Zaldívar.
Arturo Zaldívar Lelo de Larrea reculó públicamente y lo hizo después de acudir a un desayuno a Palacio Nacional muy similar al que asistió hace algunas semanas, del que gustoso salió, entonces muy orondo, presumiendo entre los suyos que estarían dos años más en el cargo, por lo que les sugirió dejar sus maletas de retiro un par de años más.
El del jueves fue un desayuno diferente, en el que el huevo con jamón, los tamales de chipilín, el atole de masa y el chocolate le supieron insípidos, y no precisamente porque lo comparara con los gourmets que degustó en Nueva York la semana antepasada, sino por la noticia que recibió, muy diferente, a la que tuvo aquel día en que afloraron sus estruendosas carcajadas.
La novedad recibida esta vez lo dejó helado: en la realidad actual ya no convenía que insistiera en su ampliación de mandato; debía declinar.
El argumento esgrimido fue sencillo, como tajante: no valía la pena insistir en algo que ya no tenía futuro.
Los datos del presidente López Obrador, recabados entre los ministros que arribaron a la Corte, en la etapa 4T, eran contundentes: Zaldívar Lelo de Larrea no alcanzaría, ni de panzazo, los votos necesarios para ampliar su mandato dos años más.
A lo anterior se suma el sentido del proyecto de resolución del ministro José Fernando Franco González Salas, quien planteó la inconstitucionalidad de ese intento de reelección.
Proyecto que tuvo en sus manos Zaldívar Lelo de Larrea desde el mismo viernes, antes de su conferencia de prensa, pero que hizo llegar a sus pares hasta el lunes siguiente.
Con las emociones contenidas y rumiando su frustración, el trayecto de Palacio Nacional se le hizo más corto de lo que es; el cruce entre las puertas laterales de Palacio Nacional y la Suprema Corte, sobre la calle Corregidora, al que ya se le conoce como el “paso de los ministros”, por el uso constante de éstos cuando son requeridos por los presidentes de la República en turno, se le hizo tortuoso, como tortuoso fue soportarlo para su estado mayor y de seguridad que lo acompañó.
Ya lo esperaba en sus oficinas su corte de zalameros, esos que el presidente López Obrador no soporta, pero de los que el ministro Lelo de Larrea está rodeado en abundancia para que le quemen incienso a su paso.
Ya no hizo falta preguntar cómo le había ido, su entrada a la oficina y la sangre agolpada en las venas de su rostro más rojo que de costumbre, delataban su malhumor.
Su equipo no tardó en enterarse que ya no gozarían dos años más de los privilegios del “Poder Dorado”.
Una fuente confiable de la Corte dijo a En Corto que la arrogancia y prepotencia con que se ha manejado Zaldívar, por sentirse tan amigo del Presidente, no le permitió concitar simpatías entre sus pares, quienes, a decir de nuestro informante, le han perdido todo el respeto a quien aún detenta la presidencia de ese poder colegiado.
Pero no todo es responsabilidad de él, tampoco de su gran amigo, ese sí, Julio Scherer, ha ganado terreno entre los ministros de la Corte.
La misma fuente nos dice que el consejero Jurídico de la Presidencia tenía más peso antes de ser funcionario que ahora que lo es.
A diferencia de lo que logró entonces para hacer a Zaldívar Lelo de Larrea presidente de la Suprema Corte, esta vez no pudo hacer nada; su influencia en el máximo tribunal del país está menguada al límite.
Ante la noticia recibida y el desgaste creciente en su imagen debido a su melosa docilidad hacia el Ejecutivo, Zaldívar ideó una conferencia de prensa, a modo, para tratar de darle la vuelta a lo que a todas luces había sido una instrucción.
Convocaron de último momento a los periodistas de la fuente, y a los más afines les hablaron por teléfono para asegurarse de que llegarían.
No se dijo el tema, pero dos flotaban en el ambiente: la ampliación del mandato y la crisis en el Tribunal Electoral.
A los periodistas allegados les dijeron que les darían la palabra, que estos dos fueran los temas, pero que por ningún motivo preguntaran sobre sus polémicas vacaciones y menos sobre su visita a Nueva York, ese era tema vedado.
Los periodistas dóciles, -ningún extranjero, de medio crítico o de medios digitales, por cierto- preguntaron sobre lo que les dijeron, sin salirse del guion, lo que hizo ver, metafóricamente, a varios émulos de “Lord Molécula”, de las conferencias Mañaneras del Presidente.
En esta conferencia a modo, Zaldívar se sintió cómodo para dejar entender que no iría por la ampliación del mandato.
De haber sido por convicción, y por un verdadero respeto a la Constitución, tal como juró en su toma de protesta, habría tomado la decisión inmediatamente después de la reforma en la materia y de que el presidente López Obrador se refiriera al tema.
Acto seguido Zaldívar Lelo de Larrea echó a andar a sus aliados y opinadores en los medios para que alabaran su gran determinación de declinar de esa posibilidad de ampliación del mandato.
Nadie de ellos, ni tampoco de los reporteros en la conferencia a modo, cuestionó por qué hasta ahora la decisión y tampoco si consideraba en las actuales circunstancias que podía obtener los votos suficientes para concretar la ampliación de su periodo.
Con todo ese entramado, Zaldívar pretendió disfrazar como una decisión suya, lo que en realidad había sido una instrucción presidencial más en su atribulada gestión.
Esto lo saben los jueces, magistrados, consejeros y, en general, los trabajadores del Poder Judicial, quienes cada vez menos respeto le tienen a Arturo Zaldívar, nos confía nuestra fuente, y se lo perderán aún más ahora que saben que su poder ya vendrá de bajada en el último tramo de su administración.
Por cierto, este columnista pudo constatar con tres ministros que es falso que el titular de la Corte, Zaldívar, les haya anunciado con anticipación su decisión, como lo aseguró en entrevista con el periodista y conductor, Joaquín López-Dóriga.
Uno, en descargo de su presidente dijo: “Seguramente tenía pensado decirme, pero se le pasó”.
Lo importante ahora será ver si los ministros apoyan el sentido del proyecto de resolución de su colega Franco de que la ampliación del mandato también se impida a los integrantes del Consejo de la Judicatura Federal, que agazapados guardan un cómplice silencio.