Línea 12: El silencio de los incongruentes.
A un año de la tragedia hay mucho que se ha dicho, mucho que se ha callado y mucho que se ha evadido.
Por un lado se habla de reparación de daños y de aventar billetes de otros para callar los gritos de dolor de las familias afectadas. Por otro lado se ha hablado tímidamente de las vidas que se callaron a causa de la tragedia. Pero de lo que no se ha hablado es de quiénes son últimamente responsabilidad del peor accidente del sistema de transporte colectivo de la ciudad más importante de México, no se ha hablado acerca de quién tiene las manos manchadas de sangre, no se ha hablado de cómo se llegó a cegar 27 vidas en unos pocos segundos.
El gobierno morenista ha crecido y prosperado a través de señalar con el dedo a los que considera culpables de los males nacionales, pero señalar tiene otro efecto, la gente se fija en lo que lo señalado, no en quien señala. En los hechos, señalar a otros culpables, funciona como un distractor. Y funciona bien.
Esos distractores sirven para dos cosas, para el golpeteo político natural de una gestión y para tapar los errores propios (mientras selectivamente se cubre a los aliados o habilitadores del régimen, como Peña)
Sin embargo, los 20 años de gobierno de supuesta izquierda en la CDMX han traído ya grandes desgracias y el accidente de la Línea dorada no tiene más culpables que anteriores y actuales morenistas. No hay más.
Empezó como un elefante y se volvió una vaca lechera que fue ordeñada hasta los huesos por Marcelo Ebrard y Mario Delgado para financiar las interminables campañas de su patrón y a la vez intentar proyectar a Ebrard a una posible candidatura en 2012. Desde su inauguración los errores y mala calidad eran evidentes, Mancera tuvo que cerrar la línea sólo 2 años después de su apertura por aquella famosa diferencia entre rieles y trenes y el inherente riesgo que representaba para los cientos de miles de usuarios, acto que no ayudó mucho por el grado de errores y de la mala calidad en un trabajo tan opaco que obligó a Marcelo al exilio en Francia por varios años. (Por cierto, ¿de qué vivió el canciller en todo ese tiempo?)
Pero tampoco se debe dejar de lado la negligencia de años en la reducción de los presupuestos de mantenimiento impulsados por Florencia Serranía a órdenes de Claudia Sheinbaum.
El accidente de la Línea 12 tal vez no pudo ser prevenido, lamentablemente los involucrados acumularon errores y robos que hacían de este un peligro inminente.
Esto iba a pasar, era un desastre en ciernes y se demuestra al comparar las líneas anteriores con esta que los proyectos hechos por los miembros de la actual administración son y serán fuentes de desvío de recursos, son la manera de hacer creer a la población que dan algo mientras ellos se llevan el dinero a manos llenas, dinero que al fin luego podrán repartir de manera disminuída para callar gritos de dolor.
En este caso no hay manera de levantar los dedos, no es posible desviar la responsabilidad, podrán culpar unos pernos, pero nos es imposible no pensar en las personas que hicieron que estos estuvieran ahí en primer lugar.
Un arma no es la culpable de una muerte, solo es el instrumento para ella.
A un año de la muerte de 26 personas no somos ingenuos para gritar “Vivos subieron, vivos los queremos”, pero si pedimos justicia por su innecesaria muerte.
Tampoco debemos olvidar el incendio en las oficinas del Metro, los de las estaciones y el otro choque que por suerte no tuvo heridos de gravedad. La ciudad de México ha sufrido ya demasiados años de negligencia, pero el país debe exigir que acabe la incongruencia de un gobierno que usa el sufrimiento de unos para subir y calla a otros cuando les son inconvenientes.
La muerte es solo una estadística cuando no te toca a ti, pero es un inconveniente menor cuando no lo puedes usar a tu favor.
Los casos que tanto han buscado como ABC o Ayotzinapa les son más útiles como causas que como problemas a resolver.
Eso es morena.
Es esperanza está en un futuro, porque el hoy será solo para robar y el ayer solo para culpar a otros.