La barbarie en La Corregidora.
¿Quién ordenó, planeó y financió lo que pudo ser una tragedia nacional con niños y mujeres muertos?
Lo sucedido el sábado en el estadio La Corregidora, de Querétaro, pudo haber opacado con creces a lo ocurrido, en el túnel 29 del estadio Olímpico, aquel fatídico 26 de mayo de 1985, en que murieron aplastadas ocho personas en un partido Pumas versus América.
La tragedia de aquel entonces fue producto de un portazo, dado por miles de aficionados con o sin boleto o con boletos falsos, ante la expectativa de ese partido, cuyo primer encuentro celebrado en el Estadio Azteca, había registrado empate a un gol por bando.
El partido para desempatar, luego de los hechos fatídicos del túnel 19, tenía que celebrarse en una cancha neutra, y paradojas de la vida, se llevó a cabo nada menos que en el Estadio Corregidora de Querétaro, hoy en el ojo del huracán.
En los hechos del sábado pasado confluyeron muchos elementos como para pensar que fue fortuito.
El primero de ellos es que no hubo ningún elemento que detonara algún sentimiento como por ejemplo algún mal marcaje del árbitro; un marcador injusto para alguno de los equipos, particularmente el local; un mal comportamiento de algún jugador con el equipo o la porra rival, etcétera. Nada de eso sucedió.
Lo anterior son solo ejemplos que me atrevo a citar a manera de explicación, que no justificación, del comportamiento de las masas.
A propósito de las masas, quien ideó esos hechos criminales, es un gran conocedor de la psicología de las mismas; ello debido a que solo unos cuantos fueron los que sirvieron como encendedores de la hojarasca para incendiar el bosque.
El resto, la masa, actuó, amparada en el anonimato, en un espíritu colectivo, contagiada de lo iniciado por alguien, como lo plantean los estudiosos Sigmund Freud o Gustave Le Bon. Otros hechos que sugieren la no espontaneidad del evento, son que no estaba por terminarse el encuentro, la inactividad de los escasos elementos de seguridad que había apostados en el estadio, más aún, la osadía o supuesta irresponsabilidad de uno de ellos que abrió la frágil reja que separaba a una porra de otra.
La golpiza inmisericorde a los rivales, aun estando ya inertes, como buscando su muerte.
Son muchos los videos que muestran a auténticos energúmenos literalmente aplastando las cabezas de sujetos ya sin movimiento alguno. O la irresponsable familia, uno de cuyos integrantes, navaja en mano, proporcionada por su pareja o hermana, cortando la red de una de las porterías, no para robarla, lo cual de suyo ya es grave, no, en este caso, simplemente para contribuir a dejar un escenario catastrófico.
La hipotética planeación no se limitó a los hechos en el estadio, también había que generar un ambiente caótico, de muerte, que le diera la vuelta al mundo, y para eso estaban las redes sociales.
Sin embargo, para lograr una especie de engagement con la audiencia, no era suficiente con lo dramático de la invasión de la cancha, sino hacían falta muertos, muchos muertos. Y entonces vinieron las noticias irresponsables que afirmaban que eran cinco, diez, diecisiete, veinte o muchos más muertos, lo cual prendió como fuego en las redes sociales.
Todo mundo hablaba de muchos muertos en la Corregidora. Y en esto contribuyeron comentaristas deportivos irresponsables que se encargaron de propagar la versión de la múltiple mortandad en el estadio. Comentaristas que, dicho sea de paso, han ayudado a sembrar en el imaginario colectivo, con la importación de expresiones de otras latitudes, varias de ellas asociadas a la barbarie.
Unas de ellas, son las de barras, hinchas. Señoras y señores comentaristas, titular de la Federación Mexicana de Fútbol (Femexfut), Mikel Arreola, entrenadores, directivos y jugadores, en México toda la vida los hemos denominado porras, no barras. Y sus hinchas, no son más que aficionados, señoras y señores.
Ubíquense y si les placen más esos términos, entonces váyanse al encuentro de sus barras y sus hinchas.
Aquí es México, aunque les duela, aun cuando muchos de ustedes se sientan extranjeros, y solo mexicanos cuando les conviene.
Por cierto, hasta el momento no se ha podido acreditar que haya habido un solo muerto; la mayoría de los hospitalizados, ya egresó del Hospital General de Querétaro.
En esto, aunque de manera tardía el gobernador panista, Mauricio Kuri, se apuntó una estrellita al proporcionar su número telefónico para que le hicieran saber si sabían de algún muerto en el estadio o, como resultado de la trifulca.
Afortunadamente nadie le ha dicho, hasta el momento, que sea familiar de algún muerto o que sepa o conozca de algún fallecido en el hospital o su casa, luego de haber acudido al partido.
En todo esto, los jaliscienses no son inocentes en su mayoría; sus infundados aires de grandeza, sus actitudes discriminatorias, particularmente hacia los nacidos en el centro del país, en especial hacia los capitalinos, a quienes ellos peyorativamente denominan chilangos, han sido caldo de cultivo para generar y arraigar odios, que en lo de Querétaro alguien se encargó de exacerbar y potenciar para el cumplimiento de sus propósitos.
En suma, lo acontecido en el estadio Corregidora y la cadena de hechos que le han sucedido, hacen ver que hay alguien detrás de ellos que mece la cuna. Y para que la impunidad siga galopando en el mediocre mundo del fútbol, Mikel Arreola, no mueve un solo dedo si no se lo ordenan los presidentes de los clubes, las marcas comerciales y las televisoras. Más allá de sus apariciones mediáticas, lo cual le vale para que no lo critiquen sus comparsas de los medios, lo cierto es que ha mostrado una tibieza monumental en el manejo del tema.
Se tarda enormidades en resolver una temerosa sanción al estadio, al club queretano, y nada para los visitantes, ni nada para los demás propietarios de clubes que, junto con los comentaristas deportivos, han contribuido enormemente para que el fútbol siga siendo una mediocridad, eso sí, sus protagonistas: directivos, cuerpo técnico y jugadores, recipiendarios de estratosféricas pagas, más si son extranjeros.
En Cortito: En esta guerra sucia contra la autodenominada Cuarta Transformación, aflora lo más putrefacto de la naturaleza humana. Más allá de que el Fiscal General de la Federación, Alejandro Gertz Manero se tenga que ir por las grabaciones, lo cierto es que estamos ante un fenómeno grave y condenable de espionaje del que los periodistas no estamos exentos de ser sujetos. La polarización en que hoy estamos inmersos los mexicanos, que ha sido alentada por la clase gubernamental, pero también por la oposición, pareciera hacer imposible lanzar un grito de condena y de ya basta a esos que practican el espionaje, en un mundo de impunidad en el que también estamos inmersos.