Me entero que una colega de los medios de comunicación no ha logrado obtener comentario alguno por parte de las compañías ferroviarias concesionarias que se verían perjudicadas en caso de que la amenaza del actual primer mandatario mexicano de emitir un decreto que las obligue, no solamente a permitir que las vías, hoy día dedicadas casi al 100% al transporte de carga sean empleadas también en servicios de pasajeros, sino que estos últimos tendrán prioridad sobre los primeros en ellas.
Me comparte que la razón por lo cual estas empresas, hay que decirlo, en varios casos de capital norteamericano, no desean hacer declaraciones a la prensa es, y voy a citar: “por miedo a represalias por parte de un López Obrador que se siente todo poderoso."
¿Miedo a represalias por parte de un funcionario público democráticamente electo para un cargo temporal y que viola la ley y por ende sus concesiones?
Si esto no es propio de una dictadura, ahora sí que “El Aviador” no entiende lo que es una.
Afortunadamente, todo parece indicar que el autor de esta columna sabe perfectamente como se conforma este tipo de régimen, tanto que emplea a la palabra escrita como arma de defensa de un derecho humano tan básico en una democracia como es la libre expresión de las ideas, aun cuando ello potencialmente le represente ser condenado al destierro social, empresaria, laboral, académico, deportivo, cultural, familiar y lógicamente político, al que se envía a alguien que no es del agrado, ya sea del líder o del grupo dominante, con el fin de que “deje de causar problemas”, tal y como sucede con algunos opinadores a los que les (quizás debería decir nos) encanta “pisar los callos” de otros, en especial, de quienes se relacionan con sus áreas de interés, en debates que no siempre son bien recibidos, aun cuando exista algún mérito o justificación para iniciarlos y plantearlos de manera respetuosa.
La realidad es que estamos viviendo tiempos en los que no solamente un incisivo detractor, sino también un prudente opositor “que haga demasiadas olas” puede ser amablemente invitado a retirarse, o ignorado, a tal grado que aún física o legalmente presente, nada de lo que diga o haga tiene ya efecto alguno en los demás o en los procesos en los que interviene. Esta posibilidad, tenga las características que tenga, puede resultar tanto o más aterradora que las consecuencias de no oponerse a aquello que siente debe hacerlo, por ejemplo. Así, una de las tácticas a las que los ciudadanos recurren con más frecuencia con tal de no ser marginados, les asista o no la razón en sus opiniones, es aplicar la “técnica del avestruz”, escondiendo la cabeza, supuestamente, porque lo hace por otra razón, con tal de evitar problemas o “arriesgar el cuello”.

El problema estimado lector es que hay asuntos con tal importancia y repercusiones potenciales en nuestra calidad de vida que me parece irresponsable desentenderse de su evolución.
Los mexicanos no nos podemos dar el lujo “hacernos de la vista gorda” cuando somos testigos de acciones o decisiones de personas, organizaciones o entidades con el poder de hacer las cosas tan mal que aquello deciden hacer representa un peligro para la salud, la seguridad, la economía o la convivencia. Es por eso que este analista, particularmente del quehacer aeronáutico, cuando su experiencia, conocimientos y salud física y mental se lo permitan, no dejará de exponer en espacios como este, temas que le preocupan y que a su juicio deben ser atendidos, tanto como lo hará en su casa, en su escuela, en su trabajo y en su comunidad, derecho, lo cual remite a una de las ventajas y a vez una de las responsabilidades de decir las cosas por medio de la palabra escrita y que tiene que ver con su capacidad de permanencia. Por algo tenemos el privilegio de acceder a las opiniones y conceptos de los grandes pensadores del pasado, por cierto, muchos de ellos condenados al ostracismo.
No olvidemos que por más cobarde que en un principio pudiera parecer un avestruz al esconder su cabeza, al final de cuentas termina siendo toda una fiera a la hora de defender lo suyo. Creo que eso es lo que tenemos ahora que hacer todos los mexicanos: defender lo nuestro. Quien firma esta nota, por lo menos, lo intenta en algo de lo que más ama: su familia, su México y mediante esta entrega editorial su transporte.
“A lo único que debemos temer, es al miedo mismo” ---- F.D. Roosevelt.
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