El país de la pureza
Utopía (Diana Bracho) está aterrada. Ve como los policías se llevan a jalones a Gabriel (Claudio Brook), su padre. Y está aterrada porque ella fue la culpable, la delatora, la que aventó una nota de rescate por una rendija de la ventana que daba al exterior para avisarle a alguien… ¡Al mundo! Y decirle que Gabriel los había encerrados a ella, a sus hermanos y a su madre desde que tenía memoria, sin poder salir siquiera a ver el sol, su casa, lo que sea desde afuera…
Y que su padre lo había hecho para evitar que se corrompieran por un mundo exterior podrido y amenazante.
Pero también le apanica que le pase algo a su padre, al tirano sobreprotector que los enclaustró para evitar que el mundo los contaminara. Por eso sus nombres… El de ella, el de su hermano Porvenir (Arturo Beristain) y el de su hermana Voluntad (Gladys Bermejo).
No habían conocido algo que no proviniera de Gabriel su padre o de su muy sumisa madre Beatriz (Rita Macedo). Todo su acervo les había sido proporcionado de manera escrupulosa, medida, de unos cuantos libros que su padre resguardaba bajo llave y de su prodigiosa memoria y su vasta cultura. Bueno… Prodigiosa y vasta… ¡Pues cómo saberlo si sólo Él y eventualmente su madre les facilitaban datos, citas, conocimiento!
Su vida había transcurrido en una interminable rutina: levantarse, ejercicio físico dirigido por Gabriel, asearse, comer, trabajar todo el día haciendo veneno para ratas e insecticidas y empacarlos y, después la cena, escuchar alguna pieza que tocaba la mamá en el piano o algún disco que el papá ponía en un viejo tocadiscos y… ¡A dormir! Lo mismo casi todos los días, comida sin variedad… Una monotonía que, a Utopía y en su plena adolescencia, ya le asfixiaba.
Quería probar algo nuevo… Aspirar el aire lejos de su casa… Ir a donde nacía o a donde se apagaba el sol… ¡Salir! ¡Huir! ¡A dónde fuera!
Entonces vino la policía. Lo que siguió fue confuso… Mucha gente hablando, preguntando, indagando… Los llevaron a un lugar llamado “separos” y les preguntaron mucho, demasiado. Su madre respondió por ellos, pues ellos se encontraban como alucinados, atontados, sin saber qué hacer. Fueron varios días en que no hubo cerrojo en la puerta de la casa, pero no quisieron, no supieron… No salieron salvo para ir a la agencia, al juzgado y luego…
Su padre acabó en la cárcel. Y su mamá y ella y sus hermanos, los cuatro, lo visitaban seguido y le decían que lo extrañaban, que lo querían. Pero luego volvían a la casa y ahí se quedaban. Definitivamente, la libertad no era para ellos. Una variante del síndrome de Estocolmo en cuanto al arrobamiento por el captor, pero diferente por no tratarse de un secuestro sino de un nacer y vivir encarcelados.
Esta es una sinopsis del final de la película “El Castillo de la Pureza” (Arturo Ripstein, 1972), basada en la historia real de Rafael Pérez Hernández (1959) y de su familia, sucedida en el entonces Distrito Federal y sobre la cual complemento con los siguientes datos:
- Rafael era manco. Perdió su brazo izquierdo tras un accidente ferroviario. Era autodidacta, lector profuso de libros de Filosofía, anticlerical y autodefinido como “librepensador”
- El nombre y carácter de la madre, quien se llamó Sonia María Rosa Noé y no era tan sumisa.
- El número y nombre de los hijos- Fueron 8 hermanos de los cuales vivieron 6: Indómita, Libre, Soberano, Triunfador, Bienvivir y Librepensamiento, más uno que murió por descuido y otro por exposición al veneno.
- No estuvieron completamente encerrados. Bajo el férreo control del padre, salieron de su casa tal vez un puñado de veces, pero sólo un hijo cada ocasión.
- En la casa no había relojes ni calendarios y sólo un espejo.
- Los hijos y la madre comían sólo avena y frijoles, mientras que el padre lo hacía, opíparamente, en restaurantes todos los días que salía a vender sus raticidas.
- Después del encarcelamiento del padre, vivieron y murieron en la pobreza. El padre arguyó que su esposa e hijos lo habían acusado para quedarse con su dinero.
- Dos de los hijos enloquecieron, al no poder adaptarse a la realidad del mundo exterior.
Fue una historia realmente impactante que sacudió a la sociedad mexicana en general. A partir de ahí, lamentablemente se han dado a conocer varios casos parecidos que varían ligeramente cuestiones como el número de víctimas, pero persisten en lo fundamental.
Si ampliamos el foco, podemos encontrar varias similitudes entre estas crueles historias y el actuar de ciertos líderes políticos como Lenin, Mao, Perón, Fidel Castro, Hugo Chávez o Andrés López. Analicemos
- Un padre / líder sobreprotector con tintes mesiánicos e insufriblemente demagógico, que quiere preservar a su prole / ciudadanía de los peligros del exterior como la corrupción. el capitalismo o el neoliberalismo.
- Y que trataba de aleccionarnos con larguísimas disertaciones o mañaneras sobre los más variados temas, presentándose como el GRAN conocedor de todos ellos, aunque no alcanzara más que exponer SU interpretación de la vida y del mundo
- Y, a partir de ahí, asignar culpas y designar culpables, todos ellos opositores a Él para que fueran objeto del escarnio y de la condena por sus huestes afines
- Sus protegidos (pueblo bueno) no sólo han de ser agradecidos por estar bajo su manto, sino que están impedidos a la más mínima queja o a levantar su voz o a diferir so pena de pasar días encerrados en un cuartucho o cárcel o despedidos de su empleo o vilipendiados a todas horas por el GRAN líder.
- Además, no necesitan tantos satisfactores para vivir. Un plato de avena, otro de frijoles y agua eran suficiente alimentación. Y un par de zapatos. No es buena la ambición, pero eso no aplica para los líderes y sus allegados. Un pueblo condenado a la rotonda y un líder paladeando en la fonda.
Y esto también, de alguna manera, encuadra con lo vivido en las recientes elecciones en México y otros países de Latinoamérica, en los que:
- Han padecido dictaduras militares, cooptadoras de derechos humanos
- O “dictablandas” civiles también autoritarias y lideradas por partidos hegemónicos
- O caciques, caudillos demagogos
- Que, a través de elecciones, transitaron a regímenes democráticos
- Con los inconvenientes que ello tenía (inexperiencia y novatez de los nuevos líderes)
- Y con ciudadanos urgidos de inmediatez y efectividad en resultados
- Urgencia que les impide meditar, sopesar, valorar lo que sucede o puede suceder
- Y que después, inexplicablemente sobre lo que podría deducirse de su devenir
- Pero bastante congruente con la lógica de voluntades sumidas en el día con día
- Eligieron volver a someterse a un régimen sin botas federicas
- Pero con igual autoritarismo.
Ahí no importó lo ganado ni lo dejado atrás. Otra vez los serpientes Ka embadurnan a los Mowgli ’s desaseados, desesperados y con un lenguaje y promesas cautivadoras pero incumplibles los llevan lentamente a un nuevo infierno… O tal vez al mismo, pero con otro color.
Me llega la trama y, sobre todo, la escena final 1962 de otra película: El Angel Exterminador (1962, Luis Buñuel):
La gente se arremolina a la salida de una iglesia, tras una misa en conmemoración de varios fallecidos tras un auto encierro sucedido en elegante residencia. Todos quieren salir, pero no aciertan a hacerlo, Tienen miedo de que “algo” les suceda…
¿La libertad, tal vez? ¿U otra vez?