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Érase una vez...

El gran hidroaeropuerto para autogiros que mandó construir un rey

Por El Aviador
Por El Aviador, con aportaciones por parte de un entrañable personaje universal. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.
| Opinión
El gran hidroaeropuerto para autogiros que mandó construir un rey

Un pequeño aristócrata que había emprendido un viaje sideral, decidió visitar un planeta habitado por un rey, por lo menos que uno así se creía.

–¡Ah! –exclamó “su excelencia” al divisar al viajero –¡tenemos un súbdito!

El pequeño se preguntó: "¿Cómo es posible que me reconozca si nunca me ha visto?" Ignoraba que para los reyes eso es muy simple, ya que todos los hombres son sus súbditos.

–Aproxímate para que te vea mejor –le dijo el soberano, orgulloso de serlo por fin de alguien. El infante buscó donde sentarse, pero el planeta estaba ocupado virtualmente en su totalidad por el magnífico manto del que lo ocupa, por lo que se quedó de pie, eso sí, bostezando debido a que estaba cansado.

–La etiqueta no permite bostezar en presencia mía –dijo el monarca – ¡Te lo prohíbo!

–No he podido evitarlo –afirmó el chiquillo, –he hecho un viaje muy largo y apenas he dormido...

–¡Entonces te ordeno que bosteces!; y es que el señor daba gran importancia a que su autoridad fuese respetada. Si yo ordenara… –decía frecuentemente –es más, acabo de ordenar a un general de mi ejército que construya un gran hidroaeródromo para los modernos y eficientes autogiros con los que voy a unir el territorio bajo mi mando por medio de una nueva aerolínea. 

–Pero majestad, no veo cuerpo de agua en su planeta donde pueda posarse un autogiro; es más, no recuerdo que este tipo de aeronave pueda operar en otro lugar que no sea terreno seco, decía el pequeño aristócrata antes de ser interrumpido:

–¡Te ordeno callar!

Sorprendido por la ausencia de más personas en el cuerpo celestial, el curioso astronauta procedente del asteroide B 612 no se explicaba sobre quién podría reinar aquel rey.

–Señor –le dijo– perdóneme si le pregunto...

–¡Te ordeno que me preguntes! –se apresuró a decir el aludido.

–Señor... ¿sobre qué o quién ejerce su poder?

–Sobre todo y sobre todos –contestó.

–¿Y las estrellas le obedecen?

–¡Naturalmente! –dijo, y obedecen en seguida, debido a que yo no tolero la menor indisciplina.

Harto de tal absurdo, el turista espacial le dijo al individuo que mejor se iba a buscar otro planeta.

–¡No partas! –le respondió ahora agraviado; no te vayas y te hago ministro.

–¿Ministro de qué, señor?

–¡De justicia!

–¡Pero si aquí no hay nadie a quien juzgar!, dijo el chamaco.

–Eso no se sabe –le dijo el rey. –¡Te juzgarás a ti mismo! –agregó–. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los otros. Si consigues juzgarte rectamente es que eres un verdadero sabio.

Yo puedo juzgarme a mí mismo en cualquier parte y no tengo necesidad de vivir aquí, dijo el que ya estaba dispuesto a seguir con su camino empleando una bandada de aves, llegando a la conclusión que las personas mayores son muy extrañas, en especial las que sienten soberanos de nada, de nadie o de lo que no entienden.

De esta manera, ante el disparate que privaba en el planeta, el párvulo decidió seguir con su viaje, dejando al del manto esperando que sus generales le entreguen, cueste lo que cueste, pero eso sí, ¡a tiempo y tal y como se les ordeno!, el hidroaeródromo para sus flamantes autogiros, una vez que los consiga en el mercado, claro está.

Alfombra El Principito Avion 2

Y hablando de generales, soberanos y disparates, este su amigo columnista recientemente estrenado y con mucho orgullo en CoNexiones no puede mantenerse al margen del drama humano que está teniendo lugar en diversas geografías, y no precisamente las que visitó mi aristócrata amigo de rubia cabellera, especialmente aquellas, caso de Palestina y Ucrania. 

¡Oh, the humanity!, exclamó el periodista radiofónico estadounidense H. Morrison durante la dramática narración en vivo del desastre del dirigible alemán “Hindenburg” en Nueva Jersey, un 6 de mayo de 1937.

¡Oh, la humanidad!, reclama “El Aviador” ante las escenas emanadas de Gaza que nos trasmiten los medios informativos en las que los niños y las niñas, tal y como suele suceder en estos contextos, son los que más sufren entre una población civil que termina pagando por los negocios de guerra de sus gobernantes. 

Y es que algo me dice que la facilidad con la que el grupo terrorista Hamas le pegó a un Israel orgulloso de sus capacidades de inteligencia y seguridad y por ende supuestamente impenetrable, el 7 de octubre de 2023, es otro 11 de septiembre de 2001 (Nueva York y Washington) y otro 7 de diciembre de 1941 (Pearl Harbor), es decir, buenas razones para ganar dinero a costa de inocentes.


El Aviador


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