Cada año que está por culminar, hacemos una lista de propósitos de año nuevo, siendo muy pocos, los que realmente la cumplimos, este año no va a ser la excepción, ya que en marzo llegó un virus para quedarse y darnos una sacudida en todos los ámbitos.
Durante las 3 semanas que estuve en confinamiento por COVID, me reencontré con mi interior
La mayor de las enseñanzas que nos ha dejado esta pandemia es la convivencia con nosotros mismos, reconocer al miedo, la aceptación de la soledad y a vivir en agradecimiento.
Hacer la paz con uno mismo, es lo mejor que ha dejado el COVID.
Conocernos puede hacer que nos demos cuenta que todos podemos aportarnos luz y fuerza ante la adversidad y nos ayuda a afrontar cualquier dificultad cotidiana que nos toca vivir. En lo personal, aprendí a pedirme perdón por todo lo que este año no supe controlar ni medir consecuencias. Si no nos perdonamos ¿cómo podemos perdonar a los demás?
Refrendé mi amor propio, el cual había cedido por que así lo dicta la tradición, por que así me lo enseñaron, o simplemente porqué no quise tener conflictos con los demás, cuándo no me estaba dando cuenta que era conmigo mismo el conflicto. Sino te amas, ¿cómo puedes amar a los demás? Sino estás bien y en paz contigo mismo; ¿cómo vas a estarlo con los demás?
Descubrí que no hay miedo mas grande, que darte cuenta en quien te has convertido.
Y que nunca es tarde, para recuperar tu esencia y estar en paz contigo mismo. Aprender a observar lo mejor y más profundo de nosotros mismos y potenciarlo, siendo conscientes del bien que podemos aportar a otros.
Nos ha devuelto la creatividad que abandonamos en el cajón por falta de tiempo, por estrés, o por cualquier excusa que la hayamos dejado; unos retomamos la escritura, la pintura, el canto, costura.
Hemos aprendido el valor de la salud, y por consiguiente, nos ha obligado a comer de manera más saludable y sobre todo a retomar las rutinas de ejercicio o incluso innovar en algún deporte nuevo.
Este año nos ha brindado enseñanzas, momentos difíciles y mucho aprendizaje. Nos ha demostrado lo verdaderamente importante, nos ha obligado a compartir de forma responsable con nuestras familias, y a decirles a los nuestros cuánto los queremos y cuánto nos importan.