El capo di tutti cappi
El hijo mayor acababa de cometer un desliz que le costaría la vida. De su boca había salido una pregunta imprudente a un extraño, algo que sólo concernía a su propia familia. Todos enmudecieron.
El Don dirigió una mirada gélida al hijo mayor y, con una serenidad sorprendente, espetó al turco:
"Tengo debilidad por mis hijos y los malcrío, como puede ver. Hablan cuando deberían escuchar"
Y dio por terminada la reunión. Pero la suerte ya se había echado y una serie de acontecimientos se sucedieron cambiando la vida de todos los involucrados dentro de la novela, pero tal vez también en el mundo entero.
La historia de la mafia no puede comprenderse sin ubicar el lugar que ocupa la familia entre los mafiosi originales, los italianos. Tal vez en ello radica mucho del encanto de la novela “El Padrino”(1), además de estar basada, en gran parte, de muchos sucesos y personajes reales que fueron retratados por el autor Mario Puzo, con bastante talento y aún con riesgo de perder su propia vida.
En efecto: “La mafia es una organización criminal que tiene sus raíces en la familia. A menudo, los miembros de la mafia provienen de familias con fuertes lazos criminales. La lealtad a la familia es fundamental en la cultura de la mafia y se espera que sus miembros protejan y apoyen a sus parientes por encima de todo.” (2)
Y la novela de Puzo lo puntualiza tal cual. Completamente piramidal, el Imperio Corleone funcionaba con Don Vito Corleone a la cabeza (“Il Capo”) secundado por Sonny, su imprudente primogénito, soberbio y prepotente. A él seguían Freddo, disciplinado pero muy sumiso y Michael, el más parecido en carácter al padre pero carente de interés en proseguir los “negocios” familiares. La menor era Connie, cuyo papel es meramente decorativo al principio.
Don Corleone era asistido por un consigliori o consejero y dos “caporegimes” o lugartenientes que mantenían estructuras independientes entre sí, pero alineadas al Capo, sabedores que éste sería sucedido por Sonny ante su eventual muerte o retiro, pero ello les permitiría crear su propia familia. Varios eventos dieron pie a la transformación de Vito Corleone en un “Don”: un entorno económico complicado, ciertas habilidades que él tenía, su encuentro con Clemenza y Tessio, el ser despedido de la tienda de los Abbandando, el robo de una alfombra y de unos vestidos, la amenaza de Fanucci y, como la cita que hace Puzo sobre Balzac: “Detrás de cada gran fortuna, hay un crimen”
Vito no quería ser un criminal. Llega a los Estados Unidos huyendo justamente del crimen. Pero las circunstancias lo obligan a…
Sonny, Fredo y Michael no querían seguir los pasos de su padre. Hubieran sido unos exitosos italoamericanos profesionistas o empleados, pero no mafiosos, pero Sonny presencia que su padre…
Y por otras circunstancias, Michael se ve comprometido a…
Hasta aquí el spoiler.
Familia, acontecimientos, crimen. Padre e hijos en una espiral de crímenes de los que resulta una poderosa organización criminal cuya riqueza provenía de las apuestas clandestinas, la extorsión sindical y, después, del narcotráfico. Organización que operaba gracias al soborno de legisladores y de autoridades judiciales y municipales.
Cierto es que la novela de Puzo romantiza totalmente el actuar de tales mafiosi, pero no deja de ser una apología del crimen organizado apoyada en cierta dosis de realidad y de personas que si existieron aunque, claro, disfrazadas para el mundo de la ficción. En el mundo real no es aventurado aplicar los términos antes enunciados no solo a delincuentes sino a personajes políticos en muchos países del mundo, cuyo actuar abarca una gran gama de actos ilícitos, siendo el tráfico de influencias y el peculado los delitos menos graves en su haber. Y, en la mayoría de los casos, la actuación de algunos de ellos deriva en crear “empresas” familiares, ya sea propias o “pertenecientes” a testaferros o prestanombres, pero lideradas por el mismo personaje político fundador y por sus hijos, hermanos, cuñados, tíos, primos… ¡O por sus padres!
En México los ejemplos sobran. Algunos han sido descarados, otros no tanto y unos cuantos han sido manejados de manera tenue, casi para invitar al chascarrillo en vez de provocar denuncias penales adosándoles, a los parientes del poderoso, el término “incómodo”.
Entre los “incómodos” más famosos, a nivel de hermanos, se ubica Miguel Lerdo de Tejada (hermano de Sebastián), quien ofreció un banquete al General Scott, encargado de las fuerzas de ocupación norteamericanas, a fin de “agradecerle” su presencia en México y crear el preámbulo de la firma del ignominioso Tratado Guadalupe Hidalgo.
También se ubica Gustavo Madero. Hábil empresario, ayudó a financiar la trayectoria política de Francisco, aunque fue acusado entonces de sacar “raja” económica de ello. Su carácter protagónico y exhibicionista le hizo granjearse muchas enemistades. Aunque ésta última característica fue más acentuada en Maximino Ávila Camacho y en Raúl Salinas de Gortari, cuyos afanes egocentristas afectaron a sus respectivos hermanos Manuel y Carlos.
Ya con un perfil más bajo en el culto al ego pero exitosos por su operación están los hijos: algunos son simples juniors sin vela en el entierro político, otros algo metidos en la grilla y los “figlios dimafiosi” político, auténticos caporegimes que han mantenido una estructura paralela al poder del“capo” dirigida a explotar su entronización. Comentaré sólo de los vástagos de presidentes, porque de los demás no me alcanzaría media vida para hacerlo.
En el México postrevolucionario destacan, en el primer grupo, linajes de Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas, Zedillo y Peña Nieto. Salvo por Alfredo Díaz Ordaz (conocido por el destrampe y por apadrinar a Thalía) y los escándalos mediáticos de hijos de la familia Peña, la progenie de tales mandatarios no ha tenido presencia activa en la arena pública.
Caso diferente sucedió con Cuauhtémoc Cárdenas, Miguel Alemán, José Ramón López Portillo, Enrique De La Madrid y a últimas fechas Luis Felipe Calderón, quienes han destacado por su gran protagonismo político (Cuauhtémoc fue gobernador y dirigente de partido, Miguel sólo gobernador y Enrique un destacado politólogo), por ser el “orgullo del nepotismo” paterno (José Ramón) o por activismo en redes sociales (Luis Felipe).
Y, en el tercer y funesto grupo, están los Bribiesca y los López Beltrán.
Aunque los primeros no son hijos de Vicente Fox (quien tuvo cuatro hijos adoptivos), si lo son de su segunda esposa Martha Sahagún. Ellos dejaron una espesa estela de tráfico de influencias primordialmente en el sector inmobiliario ante la negligencia o dejadez del entonces presidente.
Mas los historiales esbozados de estos personajes son, a la luz de los hechos actuales, pequeños relatos de espanto ante el verdadero terror que ha resultado el Clan López Beltrán, operado con gran desparpajo (o más bien descaro) prácticamente a la luz de todo México pero defendido a ultranza por Don Vito Andrés, en una especie de odisea en la que pretende detener el vendaval de evidencia al respecto al enorme corrupción de sus “polluelos” con sus manos añosas pero también salpicadas de suciedad.
Ahí tenemos a José Ramón “Sonny”, el Corleone fanfarrón, presuntuoso y agresivo cuya fastuosa vida sólo falta de ser exhibida en el “Hola”.
A Andrés “Michael”, el astuto cerebro eje del “plan del Clan” y voz interna que guía, en mucho, a su padre tal vez más que cualquier miembro de su gabinete o círculo íntimo. Y al callado Bobby Gonzalo, el discreto (o más bien mustio) “Freddol”, quien había mantenido un perfil muy bajo (incluso se filtró que vivía en los EU vinculado con la administración de un equipo de beisbol de la MLB) pero que, en fechas recientes, ha entrado con bombo y platillo a pódium delos más exitosos juniors enriquecidos desde y en el poder.
Pero este trío infame (ya no se les puede llamar “Trivagos” porque vagos, vagos no lo son) no está solo: su “gabinete” extendido abarca tíos (tal vez Ramiro, Pío y Martinazo), tías (Felipa), primos, primas y amigos, toda una pléyade de “figuras” viviendo una especie de “paraíso” sexenal en negocios, si no turbios, bastante sospechosos. Regreso aquí al:
"Tengo debilidad por mis hijos y los malcrío, como puede ver. Hablan cuando deberían escuchar"
Ante la flagrancia de delitos, notas, audios, videos del Clan, Anlo se retuerce, se enoja, grita, calumnia, vocifera, acusa complots, intervención extranjera, venganza política, deseos de destruirla investidura presidencial, su buena imagen, su pureza, su…
Pero cero autocrítica y menos elementos de prueba que desmientan o justifiquen el alud que se le vino encima de unos meses para acá. Y entonces, es consecuente preguntar: ¿Los está defendiendo el padre o el socio?
Quien afirmó, al inicio de su sexenio, que un presidente debe saberlo o lo sabe todo...
¿No sabía lo que ha sucedido prácticamente desde que inició el sexenio? ¿O lo sabía y volteó para el otro lado? ¿O está completamente coludido?
Acabo con la razón del título de este articulo: Tal expresión fue creada de un mafioso neoyorkino, con el objeto de demostrar su preeminencia respecto a otros jefes delincuenciales (3). El jefe de todos los jefes. El maleante supremo. El padre de todos los males. ¿Anlo?
Bibliografía
- 100 años de Mario Puzo: la increíble historia secreta detrás de “El padrino”
- ¿Cómo se relaciona la mafia con la familia?
- Capo di tutti capi