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La responsabilidad como especie.

Amenaza a la vida: la polución de los océanos. Parte III de III.

Artículo final de una serie sobre el tema de los daños causados a los océanos por la acción humana. Se aborda el tema de las consecuencias del cambio climático, al aumentar la temperatura del mar, sobre la dinámica de los corales y sus consecuencias. Se analiza someramente la importancia de los manglares y las amenazas sobre los mismos. Finalmente, se profundiza sobre la pesca insostenible, sobre las prácticas más irresponsables al respecto y sobre la amenaza que significan para las especies de peces y animales marinos que habitan los océanos.

En dos anteriores artículos, se ha mostrado la situación que enfrentan actualmente los océanos, los cuales están sufriendo una serie de agresiones, involuntarias o no (realmente no importa, el resultado es el mismo) que están destruyendo la vida dentro y alrededor de los mismos, y que, de continuar la tendencia, sus efectos no tardarán en extenderse al resto de la vida en la biósfera.

La lista de agresiones es amplia y severa: Eutrofización, zonas muertas en aumento por anoxia (sin oxígeno), residuos plásticos en el fondo del mar y en superficie (que forman incluso “islas” de basura), aumento inexorable del sargazo entre Sudamérica y África que las corrientes llevan al Caribe y Antillas, aumento de temperatura y contaminación química del agua (derrames de petróleo, vertidos de nitrogenados, aumento de CO2, liberación de ftalatos) y otras afectaciones, son por sí, una afrenta de parte del ser humano al resto de seres con quienes comparte el mundo y que denotan la irresponsabilidad y la estupidez de una especie que se jacta de ser inteligente y supuestamente superior.

En esta tercer y última parte sobre la polución en los océanos, toca turno en revisar las agresiones del hombre sobre los seres vivos que habitan las costas o los mares y que no pueden hacer gran cosa, porque, o no tienen a dónde ir, o no tienen tiempo de adaptarse a la situación que se les obliga enfrentar.

Los corales se están muriendo… de calor

Todo mundo sabe, como se presume siempre en promocionales turísticos de mar y playa, que los corales son congregaciones de animales (que parecen plantas) muy coloridas y fascinantes; lo que no todo el mundo sabe, es que esto es gracias a un grupo de algas microscópicas conocidas como zooxantelas que viven dentro de ellos, coexistiendo en una relación de ganar – ganar. Desde hace pocas décadas, la temperatura de los océanos está aumentando por el tan mentado cambio climático provocado por las emisiones de gases de efecto invernadero. Cuando la temperatura del agua aumenta, en los corales ocurre un fenómeno muy particular: Las zooxantelas son expulsadas debido al estrés que sufren los acalorados y ahora blancos corales. Si las temperaturas se mantienen elevadas, el coral no permite el retorno de las algas y termina sucumbiendo en su blanca mortaja.

blanqueamiento de coral La Vanguardia

Entre el 14% y el 30% de los corales del mundo, han muerto por esta causa; esto resulta significativo si se ve de otra manera: un cuarto de las especies de peces del mundo, tienen a los corales como su hogar y 500 millones de humanos casi dependen exclusivamente de las proteínas de los animales marinos.

Si los peces asociados a corales desaparecen, aparte de los insospechados problemas ecológicos (la cadena alimenticia en el océano se desajustará aún más severamente) se presentarán los problemas humanos. Hambruna y migración, con sus hijas, violencia y xenofobia, serán un asunto más con el cual tendrán que lidiar las sociedades humanas, ya exacerbadas de por sí, por temas migratorios, de hambruna, de violencia y xenofobia.

Los manglares, esos aún incomprendidos riñones entre tierra y mar

eliminacion manglar La Jornada

Uno de los ecosistemas más minimizados por la gente, a juzgar por el daño que se les ha causado, son los manglares, que cumplen funciones muy valiosas en esa frontera indefinida entre tierra y agua. Son considerados como unos auténticos “riñones” por los expertos, pues limpian, filtran, retienen, controlan flujo y reflujo, además que aportan nutrientes que permiten que existan las pesquerías, lugares con abundancia y riqueza de vida marina, donde la pesca es favorecida. En cuanto al cambio climático, funcionan perfectamente como sumideros de carbono; para dar un ejemplo más de su importancia, evitan la erosión en la costa, al detener la fuerza del oleaje, de entre un 50 a 99% de su potencia.

Para muchos vacacionistas de playa, al igual que para no pocos prestadores de servicios, gobiernos y empresarios relacionados a las costas, los manglares (como los pastos marinos) son solo estorbos a su diversión y esparcimiento, o a sus políticas y objetivos de ganancia, en una actitud ignorante y egoísta.

Los manglares ocupan mas o menos el 6% de la superficie terrestre del planeta, aunque, para el año 2014, de cada 100 hectáreas de manglar, se habían perdido completamente 4.6. Se les elimina por diversas causas, principalmente por el establecimiento de infraestructura turística, desarrollo urbano en las costas, agricultura o aumento del nivel del mar consecuencia del cambio climático.

México es el cuarto país con mayor cantidad de manglares, en una privilegiada lista que incluye a Indonesia, Australia y Brasil, lo cual, nuevamente, pone a la población de este país, en una posición de responsabilidad ambiental ante el resto del planeta.

Debido a sus funciones ambientales y económicas (favorecimiento de las pesquerías) es fundamental que estos ecosistemas tropicales se mantengan y recuperen y más importante, que el público los entienda como parte de un paisaje que es muy interesante conocer y valorar.

Comer pescado es saludable; la forma de llevarlo a la mesa… no.

pesca insostenible 1 mi ambiente

Extinción, es una de esas palabras que los naturalistas y ambientalistas quisieran no escuchar, pero que tristemente, tienen que soportar casi cada día.

Hasta el día 4 de abril de 1796, el ser humano pensaba que las especies estaban determinadas desde y para siempre, en un número fijo y limitado, creadas de tal suerte, que el hombre no tenía capacidad para acabar con ellas. La palabra extinción realmente no tenía mucho significado. El término comenzó a cobrar relevancia hasta ese 4 de abril, en que, en una conferencia acaecida dentro de la Academia de Ciencias en Francia, Georges Cuvier, científico francés, expuso y demostró la extinción como un hecho, lo que provocó, por fin, una reacción y eventualmente, una aceptación ante tal realidad (la realidad siempre se ha adelantado o puesto en evidencia las creencias o suposiciones del hombre).

Georges Cuvier Lowell Libson

Pues bien, uno de los principales efectos del actuar creyendo que nada se extingue o como se sugiere actualmente, que un recurso es “renovable”, ha sido irónicamente, el provocar precisamente la extinción, en este caso, de seres marinos que nunca volverán a pisar la superficie de este mundo, pues las especies perdidas, son irrecuperables. La vaca marina de Steller, la foca monje, o la vaquita marina del mar de Cortés, son algunos ejemplos de esta tragedia.

En el caso de la sobrepesca, es decir, la extracción de peces de tal manera que no se da tiempo a sus poblaciones que se recuperen al mismo ritmo que sus ejemplares son extraídos, ha llevado al borde de la extinción a muchas especies o grupos icónicos: el atún como grupo, el marlín y el pez espada (sí, son dos especies diferentes), el rapé, la anguila, el bacalao (el 90% de su población ha desaparecido) los tiburones como grupo, la merluza y la raya, pasarán, mas temprano que tarde, al salón de la infamia de la extinción provocada por el ser humano; este sí, cada vez más abundante y exigente de recursos.

En tan solo 40 años, las poblaciones de vertebrados marinos, se han reducido en un 49%; en un periodo de tiempo que no llega siquiera a suspiro geológico, uno de cada dos ejemplares de esta clase de fauna, se ha ido. En el caso de los escómbridos (grupo que incluye al atún) la reducción ha sido mucho más drástica, de un 74%. Las poblaciones inviables de peces (grupos que ya no lograrán recuperarse), han pasado de 10% en 1974, a 35% para el año 2017.

Un dato aún más ensombrecedor, es el que indica que no todo lo que se pesca se aprovecha: la pesca por arrastre, elimina y mata el 40% de lo atrapado, con redes que pueden llegar a 2 mil metros de profundidad. La pesca con explosivos, tal como una bomba en tierra, no selecciona, mata a todos y destruye el lecho marino cuando se realiza cerca del mismo; la pesca de cerco (varias redes alrededor de un banco de peces) tampoco distingue entre especies; la pesca por red de deriva, una auténtica “cortina de la muerte” como atinadamente se le conoce también, consiste en dejar una red de hasta 50 km de longitud que atrapa de todo y que, hace todavía 20 años, cuando su uso era generalizado, mataba cerca de 10 mil cetáceos cada año, además de tortugas y lo que se le cruzara enfrente (la Organización de las Naciones Unidas prohibió en 1992 redes de deriva que superen los 2,5 km de longitud) ¿quién paga estas externalidades?¿quien se enriquece a costa del resto?¿cómo distinguir un consumidor entre el negocio y la rapiña?

Caceria de vaca marina de Steller vista al mar

Como conclusión final acerca de esta serie de tres artículos, vale decir que ya no es aceptable que los pretextos y justificaciones se usen más para seguir agrediendo y degradando los océanos; ya no hay margen de maniobra. Cada pequeña acción, desde el vaso de café en plástico desechable que podría matar un ave marina o un pez, el atún capturado de manera inadecuada, el utilizar el auto que emana CO2, para no caminar 500 metros, el vacacionista que pide no haya pastos marinos en la costa de su hotel y que solo quiere ver arena blanca, pasando por el campesino que tira fertilizante de más y cuyo exceso termina en el mar, hasta el gobierno que permite mañosamente la pesca insostenible o el mal llamado empresario, cuya meta es la ganancia a toda costa, todos, pero todos y cada uno somos responsables de este ecocidio, que algún día no muy lejano, de continuar, pasará a ser un suicidio… uno colectivo.


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